El reflector proyectaba en las nubes nocturnas el dibujo de un murciélago, el murciélago de Batman.
Simplemente, me encontraba al lado del nuevo aparato de la Comisaría de Gotham, notando el agobiante calor que desprendía la bombilla de varios watios. Como consecuencia, tuve que aflojar un poco el nudo de la corbata para quitarme el primer botón de la camisa completamente blanca, impecable… Se notaba que era Lunes porque Barbara había hecho la colada y planchado la ropa por la mañana.
<<Está tardando mucho…>> La idea de que el justiciero no apareciese esa noche pasó por mi cabeza. Era evidente que dudase ya que no hacía ni medio año que Batman había empezado a luchar contra el crimen de Gotham. Cualquier humano lo habría dejado por su estado físico y psicológico… Aun así, borré aquel pensamiento de mi mente, sacando del bolsillo del pantalón un chicle mentolado.
—¿Has dejado de fumar, Jim?—Entonces, en el mismo momento en el que me metí la golosina en la boca, escuchar la voz grave tan característica de Batman me sobresaltó. Todavía no estaba acostumbrado a aquellas llegadas, pensando que cualquier día no moriría por el arma de algún homicida, sino por un paro cardíaco provocado por el justiciero…
—Sí—Respondí, dándome la vuelta para ver la atlética y alta figura del murciélago entre la oscuridad que se extendía por la azotea-la cual era más evidente cuando la luz del reflector se reflejaba en las lentes de mis gafas—Ahora que el pequeño Jimmy ha nacido y que hemos traído a Barbara a vivir a Gotham, mi esposa no quiere que fume en casa.
Saqué el paquete de mentolados del bolsillo, extendiéndolo hacia Batman para darle uno si le apetecía. Pero con solo levantar su diestra dio a entender que, en aquel momento, no había ido para aceptar los chicles de un viejo policía que ya rondaba los cincuenta, sino por algo más serio.
—Tres personas han ingresado en el Hospital desde que ha empezado la noche…—Comencé a comentar al héroe de Gotham, dirigiendo mientras tanto mis ojos cansados hacia todas las luces de los edificios contiguos al departamento de policía—Sufren alucinaciones y delirios además de un conducta hostil hacia toda persona, como si estuvieran en peligro. Según los análisis, se ha encontrado una toxina que es parecido a …
—La del Gas del Miedo de Crane…—Concluyó el enmascarado con su constante tono serio.
—Exacto. A los tres los encontramos por la parte Note de Gotham, por si te sirve de algo para encontrar a Crane. El último, William Robbes, se encontraba en la puerta del museo.
—Entendido.
—Batman…—Después de unos largos segundos de silencio después de que el Caballero Oscuro hablase, rompí aquel incómodo momento para proseguir con una conversación para nada profesional—Sé que haces esto sin buscar ningún premio a cambio. Tampoco lo haces para ser reconocido ni una especie de publicidad… Sé que tan solo lo haces para hacer esta ciudad corrupta un lugar mejor. Por ello, te quería dar las gra…
No terminé la palabra. Simplemente, no era necesario, ya que cuando me giré para volver de nuevo mi vista hacia él, había desaparecido. Como siempre hacía, marchándose sin avisar. Otra cosa a la que debería acostumbrarme desde entonces…
Con suma tranquilidad, apagué la Batseñal para así dejar la azotea completamente a oscuras, volviendo de nuevo mi vista seria hacia la ciudad.Hacía unos meses, aquella ciudad era el reino de la corrupción y la anarquía, donde la gran mayoría-donde no me incluía- de policías eran corruptos y que, por desgracia, vivíamos reprimidos por algunos criminales que; o bien eran soplones; o bien sabían demasiado de nuestras vidas privadas…
Pero en tan solo medio año, Gotham se había vuelto una ciudad más segura, un lugar donde ya no tenías que temer por tu vida cada vez que salías a la calle. Y no fue gracias a la gran cantidad de policías que formaban el cuerpo de la ciudad, sino por una sola y simple persona que fue tratado al principio como un maníaco y demente y tratado como tal. Batman ha convertido Gotham en una ciudad mejor. Y estoy seguro de que esto es el principio…
—The Times They Are a-Changin’…—Susurré finalmente mientras una media sonrisa aparecía en mi rostro-aunque mi gran bigote la hiciese imperceptible debido a que ocultaba por completo el labio superior-, recordando el título de la canción de Bob Dylan escrita en los años sesenta a modo de protesta.